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No sé, no lo veo

En realidad todo empezó una tarde común de martes, una tarde random que se dice ahora, del año 2012.

En la tele de aquel mítico bar sonaba el himno de la Champions. Hacía varias semanas que aquel joven tenía una idea merodeando por la cabeza y al llegar al punto de encuentro con sus amigos, tras una caña y tras la conversación jocosa de que ese mismo 2012 se acababa el mundo según los Mayas, él dijo: “Pues justo ahora que se acaba el mundo tengo un proyecto que va a molar mucho”.

El tono no fue serio ni tajante, pero sí lo suficientemente claro para que despertara la curiosidad de aquellos tres amigos, que antes de escuchar la propuesta, realizaron sus propias hipótesis: “Oye, abre un padel de esos que se está poniendo de moda y en Rubí no hay uno grande”, “No, mejor un Mcdonals, tarde o temprano tendrán que abrir uno, digo yo”, “pues yo veo claro una panadería en la calle Mayor, que solo hay treinta y dos”. Tras unos segundos de risas y de escuchar una mezcla de propuestas interesantes y otras disparatadas, el muchacho soltó, así, con una sonrisa ilusionante: “Pues voy a abrir un restaurante de sushi en Rubí”. Se hizo un silencio, y se preparó un perfecto cocktail de caras de incredulidad, asombro y condescendencia. Pero el joven no lo percibió y siguió explicando, subió dos tonos de voz, de alegría y de ilusión: “Creo que le voy a llamar Sushiteka, bueno, no será un restaurante, prepararemos bandejas de sushi y que la gente lo venga a buscar, después ya veremos”.

En ese momento, el Bayer Leverkusen recibía el primer tanto del Barça y los gritos de alegría y euforia de los presentes dejaron en nada aquella conversación. Tras varios minutos y con la segunda caña, sin venir a cuento, alguien de los amigos dijo: “No sé, no lo veo”. A lo que el joven preguntó: “¿El qué no ves?”. Con algo de desinterés dijo que “aquí nunca se ha comido eso y estamos en plena crisis”. A lo que otro amigo añadió que “además, los mayas te lo cerrarán en diciembre, que se acaba el mundo”. Dos meses más tarde, en un pequeño local de una calle concurrida de Rubí, nacía Sushiteka. De eso hace ya 8 años y hay que ver cómo hemos cambiado. Hubo algún mal momento, muchos apuros, pero siempre que le preguntaban al joven si pensaba en cerrar, él contestaba: “¿Rendirme?, No sé, no lo veo”.

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